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“No vamos a tragarcon una economía que no esté al servicio de la gente”, plantea Gustavo Duch. Con la política de acaparamiento de tierras cultivables, ni con la especulación en bolsa con los alimentos, ni con una agricultura industrializada que no conduce a que las personas estén bien alimentadas, sino que provoca hambre, obesidad, destrucción de la pequeña agricultura sostenible y, lo más grave, una cuchillada a la Tierra que nos acoge. La crisis está siendo aprovechada por el perverso sistema agroalimentario mundial para causar más penalidades y destrozos. Hay que plantar cara y decir: “No vamos a tragar”. Hay que conseguir que la agricultura se relocalice y devolver el protagonismo al sector primario. Hay que multiplicar las pequeñas fincas de policultivos que, cuidando la tierra, constituyen medios de vida y alimentación sana frente a los monocultivos que convierten lo que podrían ser alimentos en diesel o hamburguesas fast food. Lo que empezó como un movimiento de campesinas y campesinos en países de América Latina y África, la Soberanía Alimentaria, resuena ya en todo el mundo como un llamamiento en defensa de la Vida. Un grito, como dice el autor, para transformarlo todo: “¡Qué la naturaleza nos estremezca y el capitalismo temblará!”