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Científicos y activistas no cesan de advertirnos del colapso civilizatorio al que nos aproximamos, pero la reacción social necesaria está todavía por llegar. “Cantaremos a las fábricas colgadas de las nubes por los hilos de sus humaredas”, clamaba el Manifiesto Futurista en 1909. Eran tiempos de auge del industrialismo y la vanguardia cultural manifestaba, en consonancia, su admiración por la velocidad y la máquina. Más de cien años después, debemos formular una serie de principios exactamente opuestos. Nos encontramos en un momento crucial, “el Siglo de la Gran Prueba”, en el que la mitigación del cambio climático o una transición ordenada a sociedades sostenibles no será posible sin un completo cambio de valores: la diversidad, la sencillez, la durabilidad y el valor de lo próximo son algunos de ellos.